Externalidades y Medioambiente | Coccosphere Environmental Analysis
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Externalidades y Medioambiente

Coccosphere Environmental Analysis

Externalidades y Medioambiente

En este artículo examinamos las externalidades tanto negativas como positivas que produce la economía de mercado en el medioambiente. El uso de los recursos naturales (renovables y no renovables) se asoció, en general, a un deterioro sistemático de ellos; una de las razones esgrimidas en el libre acceso. Cualquier individuo o empresa puede acceder a ellos, por lo que cada uno intentará obtener el máximo rendimiento en el corto plazo, sin preocuparse por su conservación futura y, como consecuencia, es probable que se utilicen excesivamente. La discrepancia entre lo privado y lo social constituye una falla de mercado que en términos económicos se denomina externalidad (coste externo). Existen dos enfoques económicos para corregir las externalidades: el de Pigou y el de Coase.

Para citar este artículo puede utilizarse el siguiente formato:

Vázquez, V. (2014). Externalidades y Medioambiente. Revista Iberoamericana de Organización de Empresas y Marketing, 2, 1-15.

I. LAS EXTERNALIDADES: POSITIVAS Y NEGATIVAS.

Como dice Scitovsky: “el concepto de economías externas es uno de los conceptos más vagos de la literatura económica”. Las definiciones de economías externas son pocas e insatisfactorias. Podemos estar de acuerdos en que significan servicios (y perjuicios) otorgados de forma gratuita (sin compensación) por un empresario o sobre las razones por las que son gratuitas. Son una causa de divergencia entre el beneficio privado y el beneficio social y, en consecuencia, del fracaso de la competencia perfecta para conducir a una situación óptima.

Las externalidades se definen como decisiones de consumo, producción e inversión que toman individuos, los hogares y las empresas y que afectan a terceros que no participan directamente en esas transacciones. Cuando hay externalidades se desencadenan efectos indirectos que repercuten en las oportunidades de consumo y producción de terceros, pero el precio del producto no refleja esas externalidades. Cuando se produce una ventaja gratuita o una desventaja, un perjuicio sin compensación monetaria estamos hablando de una externalidad.

También podemos definir una externalidad como el “efecto negativo o positivo de la producción o consumo de algunos agentes sobre la producción o consumo de otros, por los cuales no se realiza ningún pago o cobro”.

El autor Jean-Jacques Laffont se refiere a las externalidades como “efectos indirectos de las actividades de consumo o producción, es decir, los efectos sobre agentes distintos al originador de tal actividad que no funcionan a través del sistema de precios”. En una economía competitiva privada, los precios no estarán, en general, en un óptimo de Pareto (punto de equilibrio en el que ninguno de los agentes afectados puede mejorar su situación sin reducir el bienestar de cualquier otro agente), ya que sólo reflejará efectos privados y no los efectos sociales de la actividad económica.

En la Ciencia Económica una externalidad es principalmente un problema de costos. Cuando los costos privados y los costos sociales difieren, se trata de una externalidad. Se conoce muy bien que los costos de una empresa privada buscan lograr la minimización de éstos para así obtener la mayor rentabilidad y con ello obtener el mayor beneficio posible. En cambio, cuando se trata de un emprendimiento estatal, no es la búsqueda de la mayor ganancia el objetivo primordial. El estado trata de dar a sus habitantes bienes o servicios que produce, aunque para ello resigne ganancias, o deba operar con costos altos e incluso continuar con una determinada producción sin cubrir talos costos durante un cierto tiempo, pero siempre en bien de la sociedad a la que sirve.

Economistas partidarios del “laissez-faire”, como pueden ser Friedrich von Hayek y Milton Friedman se refieren a las externalidades como “efectos de vecindad”“rebalses”, a pesar que esos efectos no son necesariamente menores o localizados.

Por ejemplo, si un país o región se encuentra con una gran discrepancia entre sus costos privados y sus costos sociales, se encuentra ante una situación de externalidades. Así una producción que contamina el medio ambiente, sea el agua, el aire o el suelo, está provocando un daño porque la consecuencia de sus costos de producción es soportada por otros, ajenos a sus tareas.

En cambio, si una empresa privada se crea para instalar una escuela o una universidad, sus costos privados no difieran notablemente de los costos sociales del estado en que se asiente. En tal caso no existirán externalidades o serán insignificantes.

El origen de las externalidades radica en el deterioro o mala utilización de los recursos naturales por una inadecuada delimitación de los derechos de propiedad y en la ausencia de un marco institucional que permita la compensación por externalidades, otorgando incentivos a los agentes económicos, para alcanzar un óptimo uso de los recursos.

Aún en el caso hipotético de un mercado competitivo perfecto, cuando existen externalidades hay una asignación inadecuada de los recursos y no puede obtenerse la igualación entre el beneficio marginal y el costo marginal privado. Una solución eficiente sería igualar el beneficio marginal al costo social marginal, pero no es posible porque aún en el marco de ese mercado ideal, la empresa privada “produce demasiado del bien contaminante” y hay una brecha entre los costos marginales privados y los sociales. La sociedad pretenderá reducir la producción de esa empresa y utilizar los recursos liberados para la producción de algún otro bien.

Más allá del efecto sobre individuos o grupos, se considera, desde el punto de vista de la economía, que el efecto de las externalidades es distorsionar el mercado y, consecuentemente, la asignación eficiente de los recursos en un sistema económico.

También lo podemos definir de una manera sencilla como el beneficio o perjuicio que recibe un agente económico de un segundo agente económico. Entonces, podemos diversificar que el receptor de la externalidad puede ser un consumidor o productor, y el emisor de la misma también, por lo que podemos tener cuatro tipos de externalidad:

    • De productor a consumidor. Podemos poner como ejemplo la contaminación atmosférica que se lleva a cabo en las zonas urbanas, donde las chimeneas de las grandes fábricas situadas en las zonas periféricas hacen que la atmósfera urbana sea altamente contaminante y tóxico para la integración y salud de los ciudadanos.
    • De productor a productor. En este caso el vertido incontrolado de petróleo en situaciones de accidentes provoca grandes pérdidas económicas a la actividad pesquera de la zona.
    • De consumidor a productor. El progresivo cambio de concienciación ciudadano en temas de medioambiente y solidaridad con nuestros planeta, por ejemplo obliga a las empresas a mejor sus productos y que minimicen sus impactos en el medio receptor.
    • De consumidor a consumidor. Los orines de una explotación ganadera mal gestionados se infiltran en una zona de acuíferos, contaminando los pozos de extracción, con lo que los consumidores de agua potable se verán afectados.

Según el efecto que reciba el receptor de la externalidad (beneficioso o dañino), se habla de externalidades positivas y negativas, siendo éstas últimas las más habituales.

Como todos estos efectos no son contemplados por las empresas, tampoco son trasladados a los precios de los productos que venden, de tal forma que el mercado no informa correctamente a los consumidores de cuáles son los costes reales de producción del bien en cuestión, pues solo se han tenido en cuenta los costes internos, prescindiendo de los externos.

A. Externalidades negativas y positivas.

Se puede señalar sobre las externalidades positivas o economías externas el ejemplo proporcionado por el profesor James E. Meade, Premio Nobel de Economía 1977, concerniente a las ventajas que retira un apicultor de la producción de manzanas de una granja vecina. En cuanto a las externalidades negativas o deseconomías externas se puede señalar los montes de basura acumuladas al interior de la ciudad o de sus alrededores, las nubes tóxicas, el ruido, y la polución.

Cuando un contaminador toma decisiones basadas únicamente en sus costes y beneficios sin tener en cuenta los coste indirectos que recaen en las víctimas de la contaminación se genera una externalidad negativa. Los costes sociales –es decir, totales- de la producción son superiores a los costes privados. Esos costes indirectos –que no recaen ni en el productor ni en el usuario- incluyen el deterioro de la calidad de vida, el encarecimiento de la atención de la salud y la pérdida de oportunidades de producción. En otras palabras, cuando las externalidades son negativas, los costes privados son inferiores a los costes sociales. Los costes no asumidos son traspasados a otros, posiblemente a la sociedad en general.

La divergencia entre beneficio social marginal y beneficio privado marginal, cuyo origen puede centrarse en la desigualdad de los respectivos costes, puede apreciarse en el siguiente gráfico:

Mishan define, de una forma más amplia, las externalidades, como una “respuesta del output de una empresa o la utilidad de una persona a la actividad de otras” incorporando que el output de una empresa o la utilidad de una persona puede verse modificado también en ausencia de economías o efectos externos.

Un ejemplo de una externalidad negativa es en la producción de energía nuclear trae beneficios para el generador de la electricidad pero trae impactos negativos sobre el medio ambiente con la creación de desechos radioactivos que son catastróficos para la sociedad.

Otro ejemplo puede ser que el uso del automóvil en centros de ciudad puede ser ventajoso para el usuario pero trae impactos negativos para la sociedad, en atascos y en impactos medio ambientales negativos.

Más ejemplos pueden ser, el humo de la chimenea de una fábrica empeora la calidad de vida de las personas que viven cerca; los residuos que una industria vierte al río, aunque esté lejos de una ciudad, afectan indirectamente a los ciudadanos, pues se pierde un espacio de ocio y además será necesario depurar el agua para su consumo; el agotamiento de los recursos no renovables perjudicaría a futuras generaciones, etc.

Todos los procesos de producción o consume que causan un impacto nocivo sobre el medio ambiente tienen efectos externos negativos sobre otros agentes productores o consumidores. La clasificación de esos efectos es desgraciadamente larga:

    • Destrucción del suelo mediante deposición de residuos o alteración de la cubierta vegetal provocando su erosión o empobrecimiento en nutrientes.
    • Contaminación de aguas superficiales, subterráneas y marinas por focos industriales o urbanos.
    • Contaminación atmosférica por industrias, calefacciones, vehículos, aerosoles, etc.
    • Emisiones de ruido y vibraciones de baja frecuencia, de calor o de radiaciones.
    • Degradación del paisaje mediante urbanización incontrolada o modificación de parajes vírgenes.

También podemos hablar de externalidades positivas; en este caso, se trata de la diferencia entre beneficios privados y sociales. Por ejemplo, las actividades de investigación y desarrollo están ampliamente consideradas como generadoras de efectos positivos que transcienden al productor. La razón es que la investigación y el desarrollo enriquecen el conocimiento general, lo cual contribuye a otros descubrimientos y avances. Sin embargo, la rentabilidad percibida por una empresa que vende productos basados en sus propias actividades de investigación y desarrollo no suele reflejar la rentabilidad percibida por sus beneficiarios indirectos. Cuando las externalidades son positivas, la rentabilidad privada es inferior a la rentabilidad social.

Si hay diferencias entre los costes privados y sociales o entre la rentabilidad privada y la social, el principal problema es que los resultados de mercado quizá no sean eficientes. Para promover el bienestar de todos los miembros de la sociedad, es necesario obtener un máximo de rentabilidad social y reducir los costos sociales al mínimo.

Cuando nos referimos a la contaminación como externalidad,  los costes sociales aumentan con el nivel de contaminación, que sube a medida que crece la producción. La reducción de los costos sociales al mínimo conduciría a una disminución de los niveles de producción.

Una de las explicaciones más claras sobre las externalidades negativas en materia ecológica es la relacionada con la construcción de obras de infraestructuras, dada por Barry Commoner, que dice “definitivamente, hemos recogido un registro de fallas serias en recientes aplicaciones de la tecnología al ambiente natural. En cada caso, la nueva tecnología se ha aplicado sin que se conocieran siquiera los nuevos peligros de esas aplicaciones. Hemos sido muy rápidos en buscar los beneficios y muy lentos en comprender los costes”.

En España, tenemos un ejemplo perfecto que hace referencia a esto, hablamos de la burbuja especulativa  en el mercado de bienes inmuebles, que supuso una enorme superficie urbanizada entre los años 1987 y 2006 de más de 1 millón de hectáreas de superficie artificial (con una tasa entre los años 2000 y 2006 doble que en los años anteriores). En el informe de 2010 del Observatorio de la Sostenibilidad en España se estimaba que la urbanización era la mayor amenaza para biodiversidad en el país.

La consecuencia económica de los efectos externos es la disminución de la eficiencia en la asignación de recursos: la producción de bienes con efectos externos negativos será superior a la socialmente deseable y las producciones con efectos externos positivos serán insuficientes.

II. EL ANÁLISIS DE RONALD COASE.

La contaminación, en el mundo de la Teórica Económica, es un ejemplo claro de externalidad, a la cual nos referimos cuando la producción o el consumo de un bien afecta directamente a consumidores o empresas que no participan en su compra ni en su venta, y cuando esos efectos no se reflejan totalmente en los precios de mercado.

El economista inglés Alfred Marshall (1842-1924) desarrolló el concepto de externalidad refiriéndose a él como “los efectos que las actividades de determinados agentes tienen sobre otros, pero que no se transmiten a través de los precios de mercado”. Ronald H. Coase destacado economista británico que posteriormente emigró a los Estados Unidos de Norteamérica, obtuvo el Premio Nobel de Economía en 1991. Se destacó por su investigación sobre la relación entre la ciencia económica y el derecho. Escribió importantes trabajos relativos al análisis de costos, especialmente de los costos sociales.

El análisis de las externalidades realizado por Coase en los años sesenta es una respuesta directa a Pigou y a la tradición pigouviana. La influencia directa de Pigou y de su obra The Economics of Welfare en el análisis de las externalidades ha tenido tanto calado que, cuando Coase se refirió años después a la economía del bienestar, en su artículo sobre el coste social, no explicita el término externalidades porque intuye que el uso de éste término implica que se necesita alguna acción gubernamental para eliminarlas.

Una vez establecidos los derechos de propiedad, “entonces desaparece el caos, y también la necesidad de una acción gubernamental, sólo que, naturalmente, es necesario que exista un sistema legal que defina los derechos de propiedad y dirima disputas”.

Coase se interesa en El problema del coste social por aquellos casos en los que la actividad de un agente económico, sea un ciudadano o el Gobierno, provoca interferencias ilegítimas sobre los derechos de propiedad de otro. Coase considera que en el estudio de un efecto externo se debe tener en cuenta el que una externalidad, como puede ser la contaminación del agua de un río por una fábrica de pinturas, es sólo una de las consecuencias. Otro factor a tener en cuenta sería la utilización o el disfrute por parte de los vecinos de la zona.

La problemática de las externalidades en esencia es la conflictividad que se puede producir entre los derechos y su naturaleza. Los derechos producen beneficios y costes, donde “el coste de ejercer un derecho… siempre es la pérdida que sufre la otra parte como consecuencia del ejercicio de ese derecho, la incapacidad para cruzar la tierra, para aparcar un coche, para construir una casa, para disfrutar una vista, para tener paz y quietud o para respirar aire limpio”. Alguna de las partes es privada de algo: en un caso del uso de un modo de operación, y en otro, del uso de un recurso.

Coase plantea como la resolución de un efecto perjudicial como la contaminación implica “evitar el daño más grave”. Coase finaliza El problema del coste social realizando una crítica a Pigou y a la tradición pigouviana. Pigou no admite la naturaleza recíproca del daño, sólo ve una parte como causante del daño y a otra como víctima y, desde luego, no requiere la intervención de la “víctima” para reducir el daño. Coase afirma que a través de los impuestos o la regulación siempre se fija la culpabilidad en un extremo, de forma que la “víctima” nunca tendrá ningún tipo de responsabilidad. Coase impulsa el análisis institucional comparado, para estudiar el impacto relativo de métodos alternativos que se enfrenten a efectos dañinos, y poder, así, efectuar recomendaciones políticas sujetas a informes adecuados. En el caso concreto del medio ambiente, puede favorecerse la aparición de un mercado competitivo que determine la cantidad y el precio de la contaminación, si se modifica la situación de partida favoreciendo la aparición de derechos de propiedad.

Entonces, al crearse derechos de propiedad se estará a la vez creando un mercado y allí podría ocurrir que la “mano invisible” de Adam Smith decida la reducción o la eliminación de la ineficiencia. Se ha convertido a un bien ilimitado en un bien escaso, que por tanto ahora tendrá un precio. “Si las transacciones pueden realizarse sin ningún coste y los derechos de apropiación están claramente establecidos, sea cual sea la asignación inicial de esos derechos se producirá una redistribución cuyo resultado será el de máxima eficiencia”. Luego, la postura de Coase es que para estos casos, como el del agua limpia, la intervención estatal no es la única solución.

Hagamos un esfuerzo mental e imaginemos, porque esto en España “nunca” ha ocurrido (sic), que una fábrica de pinturas vierte todos sus residuos en un río en el que, cauce abajo, se está llevando desde hace siglos la recogida de moluscos a mano. Los procesos productivos de ambas empresas requieren la utilización de los servicios que ofrece el río, pero además, una de ellas lo utilizará de forma más eficaz que la otra o, lo que es lo mismo, el rendimiento del río será mayor en alguna de las dos empresas.

En este punto debemos saber qué significado tienen las palabras “derechos de apropiación”: si se le da el permiso o autoridad a una fábrica de pinturas de verter sus residuos a un río, no se le está concediendo un derecho de propiedad sobre el río pero si un derecho de apropiación. Como el vertido de todos los residuos de la fábrica de pintura impide la utilización del río por parte de la actividad de recogida de moluscos, los derechos de apropiación están claramente establecidos si no hay contradicciones jurídicas, es decir, si una y solo una de las dos actividades es titular de los derechos.

Vamos a analizar todas las posibles situaciones que se pueden llevar a producir. En el Caso 1 la actividad de recogida de moluscos es la más eficiente en el uso del río, tiene el derecho a recibir el agua limpia, por lo que la fábrica de pintura se obligada a cerrar o a que resuelva de alguna forma técnica el problema de sus vertidos. En el Caso 4 la fábrica de pintura es la más eficiente y la titular del derecho por lo que podrá seguir vertiendo sus residuos sobre el río. En el Caso 2 el titular del derecho es la fábrica de pintura, la actividad de recogida de moluscos utiliza el río de forma más eficiente: podemos decir que su beneficio está más cerca de 10 que el beneficio obtenido por la fábrica de pintura. Por lo tanto la fábrica de recogida de moluscos comprará a la fábrica de pintura su derecho por un precio acotado entre el valor del beneficios de ambos. Ambas actividades saldrán ganando con la transacción: la fábrica de pintura obtendrá, sin producir, un beneficio superior al que tenía antes de la transacción; la actividad de recogida de moluscos, que en un principio no tenía el derecho al uso del río no obtenía ningún beneficio, podrá realizar su actividad quedándose con un beneficio positivo aunque por muy debajo. Sea cual sea la asignación inicial del derecho de propiedad, la empresa que funcionará será la que lo utilice de la forma más eficiente.

Del Teorema de Coase se deduce que el Derecho tiene varias funciones de capital importancia en la consecución de la eficiencia económica.

    • La eficiencia requiere en cualquier caso que los derechos estén establecidos con claridad, sin contradicciones y blancos jurídicos.
    • Si los costes de transacción van a impedir los intercambios es posible establecer una asignación inicial de derechos que garantice la máxima eficiencia.
    • El derecho puede aumentar la eficiencia global del sistema reduciendo los costes de transacción. Y los costes de transacción más altos derivan precisamente de la falta de seguridad jurídica, de la necesidad de prevenir y desalentar el incumplimiento de los contratos.

Según Coase, la intervención no siempre es necesaria y a veces se debe permitir la externalidad, llegando a un óptimo social mediante la negociación, si los costes de transacción son menores de lo que se persigue con el intercambio. El crecimiento poblacional, espacial y material de forma continuada genera preocupaciones sobre la capacidad del medio ambiente para sostener este desarrollo exponencial, tal y como dijo el economista Thomas Robert Malthus en su visión pesimista expuesta en su obra Ensayo sobre el principio de la población.

La existencia de las externalidades es un fallo de mercado, ya que impide la asignación eficiente de los recursos desde un punto de vista social. Dado que, por una parte, el mercado es la herramienta más comúnmente aceptada para la asignación de recursos y, por la otra, hay una creciente concienciación de que debería recoger todos los costes (no sólo los económicos), se ha dedicado muchos esfuerzos a la corrección de este fallo. Hay muchos aspectos que deben ser tenidos en cuenta, tales como la percepción del riesgo, la valoración y la tasa de descuento de los daños o los impactos del cambio climático, y que sin ser tenidas en cuenta todavía hacen que la estimación de las externalidades esté sujeta a muchas incertidumbres y, por tanto, requiera un esfuerzo de investigación adicional.

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